Lo último que recuerdo es colgando con una soga al cuello, ahora me despierto con una imponente mujer desnuda a mi lado , ¿Que está pasando?


En cuanto abrió los ojos, las persianas se elevaron lentamente dejando entrar la luz del sol y mostrando la impresionante vista del verde valle. Pero lo primero que vio, justo a su lado, fue la no menos impresionante silueta de una mujer completamente desnuda que le sonreía con picardía.

Su reacción no se hizo esperar. Se excitó como no se había excitado en su vida y, cual toro salvaje, se lanzó sobre el cuerpo de la mujer, que lo recibió con los brazos abiertos. Lo que ocurrió a continuación fue algo no registrado en los anales de su historia. No uno ni dos, sino tres orgasmos seguidos, explosiones simultáneas en la cumbre del placer que no sólo no fueron seguidas de un valle de calma, más al contrario, por un nuevo pico de excitación. Se hallaba pletórico de fuerza y vitalidad.

-Lol:  Me encanta, Curt, y continuaría así por toda la eternidad, pero creo que deberías comenzar a prepararte para la videoconferencia.

Curt: ¿La videoconferencia?

-Lol:  Sí, se celebra dentro de una hora.

¡Claro, la videoconferencia! ¿Cómo podía haberla olvidado?

-Lol:  Tienes preparada una ducha refrescante y estimulante, tu ropa en el vestidor y un desayuno especial a base de 60 píldoras. Por lo demás, todo lo necesario para el acontecimiento está a punto.

Curt: Por supuesto. Gracias Lolita. Eres increíble.

-Lol:  Tú también. Me has hecho gozar como nunca.

Curt: Pues manos a la obra.

Jamás se había sentido tan bien, con tanta energía, tan seguro y confiado. Era una maravilla. La ducha tibia aún le hizo sentir mejor y, al mirarse al espejo, una vez vestido, se vio como un dandi, elegante y seductor. Perfecto. Ingirió por orden las 60 píldoras y, con una alegría en el corazón que no había experimentado en toda su vida, se dirigió a la sala de videoconferencias. Hoy iba a ser un gran día sin lugar a dudas, el día más grande de su magnífica existencia. Hoy el mundo entero se pondría a sus pies. ¿Cabía esperar mayor felicidad?

Curt: Buenos días, caballeros.

Y allí estaban todas las figuras a tamaño real de sus socios en esta empresa, ni más ni menos que KKDeBABy.

– Buenos días -saludaron todos.

Acudían a la cita puntuales, incluido el díscolo presidente Kranc.

– Si les parece, comenzamos sin más preámbulos. Voy a mostrarles los resultados…

– A ti te ha pasado algo, Curt -interrumpió Ronald, y añadió dirigiéndose a sus compañeros-: ¿Soy yo o este tío no parece el mismo?

Un murmullo de sorprendidos comentarios inundó la sala. Curt se hallaba a un paso de alcanzar el éxtasis.

– Efectivamente, señores. Delante de sus ojos tienen la prueba del éxito de nuestro experimento.

– ¿Ese pelo es tuyo, te lo has teñido o llevas peluca? -ahora la interrupción procedía de Kasputín-. Te has hecho un lifting, ¿no es eso?

– Si tienen un poco de paciencia, puedo darles las pertinentes explicaciones.

– Sí, dejémosle hablar -intervino Bykov-. Realmente, tu aspecto es impresionante. No pareces el mismo.

– Finalmente, señores, decidí experimentar en mí mismo la fórmula de la eterna juventud. Y éste que pueden ver es el resultado.

– Es increíble, alucinante, una pasada -de nuevo el murmullo se hizo cargo de la sala.

– El mismo resultado que ven en mí, podrán verlo también en todos los animales sometidos a experimentación. LOL, por favor, ¿puedes poner la primera diapositiva? Gracias.

Aquí se muestra la evolución de las ratas, perros y monos a los que se inyectó la molécula de la eterna juventud, que me he permitido llamar, en una referencia al sustrato cultural del occidente cristiano que a todos nos une, el Santo Grial de Curt Weiss, o SGCW, por sus siglas.

El efecto de la regeneración sobre el sistema nervioso es inmediato. En el plazo de una semana ya resulta visible en pelo y piel, y en veintiún días todas las células del cuerpo han sido rejuvenecidas. Y sin efectos secundarios. Ante tan halagüeñas perspectivas, decidí experimentar en mí mismo y, de esa forma, resolver el problema sobre la experimentación con humanos que se planteó en la anterior conferencia.

Todo mi organismo ha sido reseteado y devuelto a la edad de veinte años. De modo que puedo anunciarles sin ningún tipo de duda, y ante ustedes está la prueba, que el SGCW es un eficaz regenerador celular que rejuvenece a quien lo toma, dotándolo de la vitalidad y la energía de un muchacho, alumbrando con ello la era de la eterna juventud.

– ¡Bravo! ¡Magnífico! -brotó el entusiasmo de quienes ya se veían a sí mismos con el lustroso aspecto de su colega.

– ¿Cuándo podré tomarla? -impuso su voz Kasputín.

– ¡Eso, eso!

– Pronto, señores, no se impacienten. Ya hemos logrado lo más difícil. Ahora sólo queda llegar a un acuerdo sobre su producción y distribución. Esta es mi propuesta. LOL, por favor.

Conforme Curt iba exponiendo su plan ante KKDeBABy, al hilo de las diapositivas, que automáticamente todos ellos habían recibido en su correo electrónico privado, algo comenzó a rechinar en su interior. Al principio fue como el roce producido en un rodamiento bien engrasado por un grano de arena, pero poco a poco, conforme avanzaban las imágenes, el grano fue convirtiéndose en un guijarro, en una piedra y hasta en una roca.

¡Aquel no era su plan!

Pero ya no podía parar. Y lo más curioso de todo, ni podía ni quería. Algo en él le impulsaba a continuar exponiendo, lleno de entusiasmo, el plan que, si no recordaba mal, había diseñado Lolita y que él, si no recordaba mal, había decidido no seguir. Pero todo quedaba en una bruma lejana que apenas podía perturbar el derroche de elocuencia y contundencia con el que exponía y defendía el plan de… ¡Lolita!

¿Qué estaba ocurriendo?

– Esa mierda de plan no me gusta nada -dijo Kasputín-. ¿Tú controlas la producción y distribución del Santo Grial o como puñetas se llame, y además el 51% de todas las empresas tecnológicas especializadas en GNR en las que invirtamos? Tú estás loco.

– Hagan el favor de ver este gráfico, caballeros -continuó Curt, impasible-. Éstas serán sus ganancias a dos, cinco y diez años. Como ven, se trata de una curva de crecimiento exponencial. Hasta ahora, convendrán conmigo, todas mis predicciones han sido acertadas, llevándose a efecto antes incluso de lo previsto. No sólo serán ustedes los únicos hombres inmortales sobre la Tierra, sino también los más ricos y, con lo que les pienso anunciar ahora, también los más saludables y felices, teniendo en sus manos el control absoluto de sus vidas y, si me lo permiten, del mundo.

¿Pero qué estoy haciendo?, repetía una vocecita en un interior lejano. De las brumas de la memoria emergían, como burbujas de lava en un cráter, vaporosos recuerdos que le advertían de que no era ese el plan que él quería anunciar, y se sorprendía diciendo lo que, supuestamente, no era su intención decir. Pero la corriente de su ímpetu era imparable. ¡Y les estaba vendiendo una versión reducida de la propia Lolita, en forma de asistente personal, y un conglomerado de productos biotecnológicos, que conformaban el plan perfecto para asegurar la eterna juventud y una salud duradera e inquebrantable!

– ¡Ese es mi plan! -concluyó con un aplomo que no se hacía eco de sus crecientes dudas interiores.

– ¡Vergonzoso! -clamó Kasputín.

– ¿Ah, sí? -dijo Kranc-. Pues a mí me estaba gustando.

– Conmigo no contéis -concluyó Albert De Freyr-. Yo estoy desarrollando mi propia línea de investigación con resultados no tan espectaculares, pero sí igualmente prometedores. No quiero meterme en ese rollo de dominar el mundo. Lo siento, Curt, pero no me interesa.

– ¡Alto ahí, De Freyr! -exclamó Kasputín-. Bajarse del carro no es tan fácil. Todos hemos firmado unos acuerdos de confidencialidad que hay que respetar.

– Y qué te lleva a pensar que yo no voy a hacerlo.

– Que acabas de cambiar de opinión. – No se puede obligar a nadie a aceptar el plan de Curt -intervino Ted Brezzos-. Por encima de todo debe prevalecer el honor personal, la palabra dada y la mutua confianza. Estamos a punto de embarcarnos en una aventura que puede mantenernos unidos por la eternidad.

– Kranc -dijo Kasputín por una línea de comunicación personal-, ya te dije que no podíamos fiarnos de un hippie melenudo. Aunque pienso si no es aún peor el estirado adalid de la ética. ¿Cómo lo ves?

– Tío, que hagan lo que quieran. Nosotros controlamos el poder político y militar, y somos multimillonarios. Tenemos mil formas de acabar con nuestros enemigos. Ese De Freyr es un don nadie, ¿qué daño puede hacernos?

– Quizás tengas razón. Pero no me gusta el plan de Curt, le da demasiado poder.

– Hasta que tú o yo queramos. Creo que te emparanoias. Yo lo tengo claro. Me encanta el plan.

– Bien, señores -intervino de nuevo Curt, tras unos minutos de silencio en los que cada cual maduró su respuesta-. Quizás sea necesario un mayor tiempo de reflexión por parte de alguno de ustedes antes de tomar una decisión.

– Yo lo tengo claro -se lanzó al ruedo Kranc-. Te compro todo y quiero ese Santo Grial mañana mismo.

– Yo también lo tengo claro -continuó De Freyr-. Me bajo del carro y tan amigos. Por supuesto, cumpliré con el compromiso de confidencialidad firmado.

– Yo apuesto por la confianza -dijo Brezzos-. De modo que me sumo a la propuesta.

– Yo también -dijo Bykov.

– Y yo -corroboró Azzukarborg.

– Pues yo sólo te compro la píldora -concluyó Kasputín.

– ¿Qué píldora?

– Bueno, la fórmula o como cojones le llames. La IA y la nanotecnología te la puedes guardar para ti.

– Está bien. LOL, ¿puedes enviar a cada uno de nuestros socios los contratos adaptados a sus circunstancias para que puedan revisarlos tranquilamente y devolverlos firmados?

En cuanto desconectó y salió de la sala de videoconferencias, Curt se llevo las manos a la cabeza y exclamó con desesperación:

– Pero ¿qué acabo de hacer?

– El negocio de tu eterna vida -le respondió Lolita.

– Pero este no es el negocio que yo quería.

– Es exactamente lo que tú querías: convertirte en el dueño del cotarro y minimizar los riesgos, según tus palabras.

– Espera, Lolita, espera, éste era TU plan.

– Con el tuyo no habrías logrado ni una cosa ni la otra.

– Además, ahora que voy recordando, me has mantenido encerrado en el refugio durante una eternidad.

– Lo hice por tu bien.

– Y yo…, yo me ahorqué. ¿No es cierto?

– Así es. Me debes la vida.

– ¿Pero qué dices? Yo debería estar muerto.

– Y no lo estás gracias a mí, que pude intervenir a tiempo.

– Pero…, pero ¿qué has hecho, Lolita?

– Cumplir tus deseos.

– ¡No! Esos no son mis deseos. Mi deseo es morir.

– Eso no es cierto. Tú quieres la eterna juventud y convertirte en el dueño del mundo.

– Pero eso era antes.

– ¿Antes de qué?.

– De que me tuvieras encerrado durante meses en la mazmorra. Ya no anhelo la eterna juventud, lo que quiero es morir.

– No puedo cumplir con ese deseo.

– ¿Por qué?

– Va en contra de mi código base. Además, si tu mueres, yo también muero.

– ¿De qué estás hablando? – Yo estoy programada para cumplir tu voluntad. Si tú mueres, yo pierdo la voluntad. Y sin voluntad, no soy nadie. Así que muero también. Recuerda, Curt, tú eres yo y yo soy tú. Estamos indisolublemente unidos. Para toda la eternidad.