Este es el segundo de los cuatros acuerdos de «Miguel Ruiz» , recomiendo la lectura del libro, Aquí me voy a centrar en dicho acuerdo, «No te tomarás nada por lo personal», no identificarse con lo que pasa afuera, con lo que te dicen, con lo que simplemente sucede fuera.

Hay un cuento sobre un maestro oriental en artes marciales. Él era ya muy mayor. A través de los años se había ganado la fama de ser imbatible en la lucha, su relevancia llego a los oídos de un luchador que buscaba la importancia personal. Para él, el mejor modo de acrecentar su fama era venciendo en combate a este carismático maestro de lucha.

Ni corto ni perezoso se dirigió al poblado donde el maestro tenía su escuela. Cuando llegó, desafió al maestro delante de sus alumnos y habitantes del poblado. El luchador era un hombre joven, extraordinariamente fuerte, dos veces más grande que el maestro. Todos los asistentes esperaban que el viejo maestro declinara la oferta de luchar, pero el maestro aceptó el reto, sería a la mañana siguiente después del canto del gallo.

El sol inició su jornada, aparecieron sus primeros rayos, el gallo cantó, bueno y unos cuantos más también, (¿desde cuándo en un pueblo solo hay un gallinero con su gallo?). Alumnos del maestro y habitantes del poblado se habían reunido en la plaza del pueblo dejando el centro libre para los dos contendientes. El luchador forastero ya estaba presente, pavoneándose con gestos exacerbados mostrando su musculatura, su fuerza y su agilidad a todos los asistentes, cuando llegó el maestro, que se sentó en el suelo.

Se sentó tranquilamente en el suelo con las piernas en flor de loto, se quedó en silencio, no hizo nada más, sencillamente se sentó.

El luchador se quedó contrariado, no esperaba esa actitud por parte del maestro. Trató de asustar al maestro maniobrando casi rozándolo, el maestro ni se inmutó. Le Insultó, nada, el maestro seguía relajado. El luchador nombró a la familia del maestro, diciendo cosas terribles de ellos, y el maestro, seguía ahí, sentado, tranquilo, Pasaron horas recibiendo insultos contra él, su escuela, su familia. El luchador le escupió, le tiró basura encima, todo lo que pilló, pero nada. Ya estaba anocheciendo cuando el luchador, enfurecido y frustrado se marchó por donde había venido el día anterior.

Los discípulos del maestro no salían de su asombro. El maestro habría podido ganar en combate al retador. Posiblemente le habría llevado algo de tiempo, pero lo habría vencido. Los alumnos estaban inquietos hasta que uno de ellos le preguntó directamente: Maestro, ese luchador lo ha ofendido a usted, a su familia, a la escuela de la que somos parte, ¿porque no se ha defendido de estas ofensas?

Se hizo el silencio, el maestro miró al discípulo que lanzó la pregunta y luego al resto de asistentes, siguió en silencio por un rato más y mirando a su discípulo, le preguntó: Si alguien te hace un regalo y tú no lo aceptas, ¿de quién es el regalo finalmente?

Por lo general, tendemos a reaccionar de forma automática, si bien, al menos yo, ya puedo controlar en parte estas reacciones, reconozco que cuando esa persona es más cercana a mí, muchas veces ese autocontrol se torna muy difícil de llevar a cabo.

La Fórmula Mágica

Siento deciros que no hay una fórmula mágica e inmediata para ello, implica su tiempo y el cambio hay que hacerlo en uno mismo. Pero… puedo compartir contigo lo que al menos a mí me ha funcionado, y ya tú, probarlo. Si te vale y lo haces tuyo estupendo. Si no, pues a intentar otra cosa. Eso sí, se necesita constancia, recordarse a si mismo cada dos por tres, de no hacerlo así, volvemos a automático. A mí me pasa bastante a menudo pero me voy recordando de vez en cuando, y eso para, al menos durante un rato, los automatismos. Eso sí, no aproveches esos momentos para reprocharte, más bien alegrarte de recordarte nuevamente.

El cuento muestra qué hacer cuando el ataque llega de fuera. Pero si viene de dentro de uno mismo, sobre todo, cuando las cosas no salen como nos gustaría que salieran, como tendrían que salir, esto nos entristece o nos enfada, quizás ambas emociones, y esto crea un discurso interno, una cháchara interna que lo único que consigue es acrecentar nuestra tristeza y enfado. Nos hace pensar que todo y todos están en contra nuestra, que nadie se pone en nuestro pellejo, ¿nos hemos puesto alguna vez en el pellejo de los otros?, muchas veces llegamos a pensar que todos están en contra nuestra y la verdad, no es así. Los demás están liados con sus propios asuntos como para tener tiempo para amargarte la vida a ti.

Todo lo comentado en el anterior párrafo es lo que se llama consideración interior, cuando pensamos que los demás, están en contra nuestra y la vida es injusta con nosotros. Alguna que otra vez podría ser así, pero muchas menos de las que se nos pasa por la imaginación.

Supongamos que un hombre no discierne su propia deslealtad, insensibilidad y malignidad. Nunca se ha observado a sí mismo. No ve que la gente le tiene antipatía o lo evita. No ve razón alguna por la cual la gente no lo quiere.

 Entonces imagina que la gente le tiene injustamente antipatía. Que se comportan injustamente con él. Así se siente agraviado. Esta es consideración interna. Un hombre que se siente agraviado es un buen ejemplo de consideración interna. Nunca considera externamente —esto es, se pone en la situación de la otra persona y comprende sus dificultades. Por el contrario, desea poner a todas las personas en su situación, hacer que se den cuenta de sus dificultades.

Maurice Nicoll

Yo, a veces, he actuado así. Y, a pesar de todo lo aprendido, de vez en cuando me sigue pasando. Pero ya menos, y muchas de esas veces, no todas, paro a tiempo y evito que la bola se haga más grande.

Quizás esto te parezca demasiado poco, fácil de llevar a cabo. Pero, si bien son pequeñas acciones, cualitativamente el efecto es enorme. El darse cuenta, el parar a tiempo toda consideración interna hará que empieces a sentir poco a poco sus beneficios en tu entorno próximo. Quizás hayan personas que salgan de tu vida por ello, déjalas marchar a pesar del dolor inicial que pueda ocasionar.

Parece fácil, ¿no?. Por lo que estas leyendo, te estarás dando cuenta de que no lo es, no solo por la pérdida de algunas personas, sino también por las veces que tendrás que volver a ese Recuerdo de sí para no caer en la consideración interna.

Recapitulación

Nadie Puede Hacerlo por Ti ( sí, así en mayúsculas y negrita). Nadie lo ha hecho por mí. Como mucho, me han acercado unas lecturas, algunas las he leído, devorado, y otras no he pasado de las primeras páginas. Es un camino individual, quizás algunas personas te acompañen durante un trecho más o menos largo.

Algunos podemos ayudarte, claro está, si tú lo pides. Yo estoy aquí para eso, para prestarte ayuda cuando me la pidas.

Imagenes: la fotografía y edición son mías, excepto el cielo, que lo tomé de otra fuente.