He terminado de leer «Neurociencia del Cuerpo» de Nazareth Castellano, sencillamente me ha encantado. Me ha dado unas bases científicas para apoyar mi trabajo en terapia psicocorporal (que tengo que volver a retomar).

También me ha dado más razones para dudar de las ventajas que argumentan los transhumanistas. Pero estas razones quedan para el final de este artículo, que ha supuesto el volver a leerme todos los artículos relacionados.

Nazareth hace un amplio recorrido, empezando por el cerebro, y pasando por el sistema digestivo, por el sistema respiratorio, y el corazón.

Un trabajo muy preciso y bien documentado. Empieza cuando detectaron la actividad cerebral y comprobaron que, cuando querían detectar una acción premeditada como leer, pensar en algo…, siempre había un «Ruido de fondo” que era desechado.

El ritmo beta es una oscilación que ocurre en el rango de 12 a 30 Hz. Al igual que les sucedió a las ondas Alpha, las oscilaciones beta fueron consideradas un ruido innecesario en el cerebro y se desechaban de los estudios sobre este lenguaje neuronal. Diferentes experimentos en la década de los noventa cambiaron el rumbo de la neurociencia y reconocieron un papel funcional a ambos ritmos. Las ondas beta son uno de los ritmos, junto a theta, más involucrados en el movimiento.

pag 23 de «Neurociencias del cuerpo» Nazareth Castellano

Pero comprobaron que tenía que ver con el sentido de Interocepción, de cómo llegaba a la mente los estados de todas las partes de nuestro cuerpo, de su movimiento. Desde los últimos 20-30 años se ha avanzado bastante, se ha comprobado como el cerebro actúa sobre las diferentes partes de nuestro cuerpo y de como éstas también modifican nuestro estado mental, de cómo un olor activa nuestra memoria, de cómo nuestra respiración influye en nuestro estado emocional.

A lo largo del libro, por las diferentes secciones, se trata de como nuestra digestión, respiración y latidos afectan a nuestro cerebro y cómo el cerebro actúa sobre ellos, de cómo conociendo su funcionamiento podemos mejorar nuestra salud y nuestro equilibrio mental.

El libro ha sido un pilar fundamental en mi formación psicocorporal y en mi trabajo, proporcionándome cimientos sólidos basados en la ciencia que respaldan mis prácticas. A menudo, sin embargo, me encuentro con términos que me hacen dudar y que me generan recelo. En ocasiones, estos términos se mezclan con conceptos de la física cuántica, que incluso los físicos especializados están comenzando a comprender. Es decepcionante que algunos terapeutas, con escaso conocimiento de física, utilicen estos términos como si fueran expertos desde el primer día de sus vidas. Esto les hace caer en la trampa del efecto Dunning-Kruger. Aunque estas terapias pueden ser muy beneficiosas, pierden su credibilidad cuando intentan explicarse utilizando términos científicos complejos de manera incorrecta.

Ahora, con «Neurociencia del Cuerpo» tengo un cimiento teórico solido sobre el que asentar mi trabajo. Recomiendo su lectura, es amena, con experimentos para hacer uno mismo y comprobar su efectividad.

Por otro lado, me ha dado también bases para la crítica del transhumanismo, principalmente por su «desprecio” al cuerpo humano desde el momento que plantean que cualquier gadget tecnológico puede superar al cuerpo físico. Bueno, aparentemente así parece.  Un brazo mecánico, en lugar de nuestro brazo biológico, puede darnos una mayor fuerza, una mayor destreza de manera instantánea, pero ¿qué sucede con todas esas sensaciones que percibimos a través de él?.  Un brazo no es solo una herramienta. 

Ignoro el nivel de consciencia corporal que puedas tener en este momento con lo que me ciño a la propia experiencia personal.  La sensación que me recorre por el brazo cuando escucho música, sobre todo ciertas piezas,  sentir como un pequeño escalofrío pero agradable que hace que el vello de la piel se ponga como piel de gallina,  las caricias de la pareja, del masajista o las propias (aunque se disfruta más cuando te las dan), esa comunicación en los dos sentidos que se da entre cerebro y la piel,  ¿qué pasaría dentro de mí, de mi cerebro si de pronto  me extirpo  un brazo  o los dos y los sustituyo por sendos brazos cibernéticos?. 

Actualmente no es posible , en un futuro que parece cercano, sí. Dichos brazos podrán tener sensores a lo largo de ellos que midan temperatura, humedad, presión.  Pero dudo que se acerque remotamente al sistema sensor que tenemos en los brazos. Además, ¿todos esos pequeños activadores que te ponen la piel de gallina no estarían en los brazos cibernéticos por ser algo superfluo, perdiendo esa sensación de que estoy vivo, de que siento. Me viene a la mente, como si de pronto hubiera perdido algo, un vacío, que, aunque intelectualmente sabes que es debido a ese cambio, el cuerpo seguirá sintiéndolo, y no me refiero solo a la sensación del miembro fantasma que suele ocurrir cuando te extirpan un miembro a causa de un accidente o enfermedad.

Puede que tú seas una persona a la que no le guste el contacto humano, que le desagraden esas sensaciones.  Puede que bajo este panorama no te importara renunciar a tu cuerpo biológico y cambiarlo por uno cibernético, puede ser.  Aun así, en caso de que existiera actualmente esa posibilidad, buscaría conocerme mejor. A veces, puede ser muy doloroso, esa evitación del contacto oculta traumas convenientemente olvidados por la mente, pero que permanecen ahí, por eso se siente ese rechazo a ciertas formas de contacto.

Para mí, perder gran parte de estas sensaciones internas y externas significaría perder gran parte del sentido de la vida. Sin embargo, creo que es importante distinguir entre la utilización de tecnologías para la restauración de capacidades perdidas debido a una lesión o enfermedad, y la búsqueda de mejoras no necesarias. En el primer caso, no tengo objeciones, y ciertamente apoyo el uso de tecnologías médicas avanzadas para ayudar a las personas a recuperar su salud y funcionalidad. Por otro lado, si bien la tecnología puede ser fascinante, creo que debemos ser cautelosos al considerar mejoras no necesarias, y debemos sopesar cuidadosamente los posibles efectos secundarios y consecuencias a largo plazo. Además, con los avances en la impresión 3D de material biológico, quizás en un futuro cercano se podrán regenerar órganos y miembros perdidos sin la necesidad de implantes tecnológicos.

En definitiva, antes de cambiar algo en nuestro cuerpo, conozcámoslo mejor, permitámonos jugar, sentir, ver a dónde llega, que nos dice.  Si practicamos yoga o algún otro deporte no busquemos solo que el cuerpo este más fuerte, más tonificado sino el cómo sentimos los músculos cuando se activan o relajan, en cómo el calor o frio afecta a la piel, a la musculatura, en cómo una respiración profunda, inspirando por la nariz cambia nuestro sentir corporal y mental, en cómo, el comer de forma pausada, tranquila,  masticando bien la comida mientras la saboreamos y después la tragamos es agradecido por nuestro sistema digestivo.

La vida moderna a menudo nos impide escucharnos a nosotros mismos, ya sea por el ritmo acelerado de la sociedad o por el miedo a lo que nuestro cuerpo pueda decirnos. Si descuidamos nuestra autoescucha, podemos enfrentarnos a graves consecuencias que incluso ponen en riesgo nuestra salud o incluso nuestra vida. Aunque personalmente no he llegado a tal extremo, he visto a amigos y conocidos sufrir las consecuencias de ignorar las señales de su cuerpo

Normalmente acudimos a psicoterapia cuando nos encontramos en una encrucijada y no sabemos qué camino seguir, vamos con una mochila repleta de creencias que a menudo son perjudiciales para nosotros, como puede ser el patriarcado con sus definiciones de lo que es ser hombres y sus normas.

Imagen de portada creada por mi usando las imágenes de intographics , Welcome to All ! ツ y  Gordon Johnson de Pixabay